lunes, 20 de enero de 2014

Manupiri articula producción sostenible y conservación

Apuntando a ese objetivo, a fines de 2013 y gracias a las gestiones del Programa de Conservación de la Biodiversidad (PacsBio) de la Unión Europea, la reserva ha establecido un acuerdo con los extractores de castaña para que esta actividad genere también un ingreso específico para el área. Es así que a partir de este año se activará un Sistema de Cobro (Sisco) sobre la cantidad de castaña extraída, gracias al cual los ingresos generados serán destinados a fortalecer la administración de la reserva.

“En Manuripi, con el Sernap, y la colaboración del WWF, el PacsBio ha apoyado la implementación del Sisco por la extracción de castaña, la implementación del plan de manejo del área y la identificación de prioridades de formación, sea para el personal de protección, actores locales, maestros rurales y líderes de comunidad, para que puedan valorar la importancia de la conservación del área e identificar las oportunidades de diversificación de actividades productivas o extractivas en armonía con el medio ambiente”, señaló Luca Citarella, oficial de programa de la Unión Europea en Bolivia.

Esta actividad constituye también un desafío para la reserva, ya que las cerca de 750 mil hectáreas que la componen garantizan, además de las actividades extractivistas, la conservación de un buen segmento del bosque amazónico de tierra baja de Bolivia, con todas las especies animales y vegetales más representativas de esta ecoregión, e importantes recursos hídricos como los ríos Madre de Dios y Manuripi y numerosos ríos menores y arroyos que confluyen hacia los dos ríos principales.

A través del programa PacsBio, la Unión Europea está apoyando, con 18 millones de euros bajo la modalidad del Apoyo Presupuestario Sectorial, el fortalecimiento de las áreas protegidas de Bolivia, a nivel de parques y reservas, es decir las áreas protegidas departamentales y municipales, añadió Citarella.

Dentro la reserva la deforestación es limitada, y los ecosistemas forestales y de humedales están prácticamente intactos. Sin embargo, algunos sectores son más vulnerables a las actividades y presencia humana, como las áreas colindantes con el camino Cobija - Chivé y los sitios fronterizos con el Perú, ambos en el sector oeste de la reserva.

Por otro lado, la migración temporal de un gran número de castañeros durante la época de la zafra, muchas veces acompañados por toda su familia –alrededor de 2.000 personas– provoca un impacto importante sobre la vida silvestre, que todavía no ha sido claramente cuantificado y que requerirá de un monitoreo más adecuado. Sin embargo, con el transcurso de los años y el trabajo de las instituciones estatales se ha logrado establecer cierta conciencia entre los varios grupos humanos y sociales presentes en la reserva, sobre la necesidad de garantizar una reducción del impacto de las actividades de caza, aunque sea ésta de subsistencia, es decir orientada exclusivamente al consumo de las familias locales. Se tiene conocimiento sobre la necesidad de diferenciar la cacería de especies en peligro (como el pejichi, el anta o el marimono) de aquella dirigida hacia especies que se pueden obtener con menor riesgo para su supervivencia (jochis o tatues, por ejemplo).

Incluso algunos cambios culturales recientes están impactando positivamente sobre las poblaciones de vida silvestre. Por un lado, las nuevas generaciones de zafreros son menos aficionadas a la tradición y a los conocimientos de la caza. Adicionalmente, las barracas castañeras han consolidado un sistema de abastecimiento de carne de res para los trabajadores, lo que incentiva a los zafreros a pasar más tiempo “castañando” en lugar de cazando.

Según el director de la Rnvsa Manuripi, Daniel Ojopi Sotomayor, lo que la dirección del área y el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) buscan es mantener imparcialidad en el manejo de las áreas castañeras dentro de la reserva entre las estructuras productivas de los barraqueros y las comunidades locales. “Apuntamos a que se garantice la sostenibilidad de la recolección de almendra o castaña, con beneficio económico para ambos sectores, pero al mismo tiempo se garanticen las adecuadas funciones ecosistémicas, incluidas las de la vida silvestre, que han dado origen al área protegida. Tenemos unos recursos estratégicos como la castaña y la goma y es nuestro deber como bolivianos conservarlos en beneficio del país”.

TURISMO

La reserva no está aún preparada para incentivar las visitas turísticas, dada su ubicación remota y la falta de lugares de recepción adecuados. Sin embargo, para quienes quisieran aventurarse, el mejor medio son los ríos, aunque en el sector occidental del área hay un camino que conecta Cobija con el pueblo del Chivé y que permite la visita a la laguna Bay. El sector más interesante y mejor conservado es el del río Manuripi, que se puede alcanzar principalmente con un viaje terrestre desde Cobija hasta Puerto Rico, para seguir luego por vía fluvial. Los turistas no son numerosos, aunque podrían aumentar con una adecuada promoción del área, la formación de operadores locales y la creación de un sistema de recepción idóneo.

PUEBLOS

ORIGINARIOS

La historia del área es historia antigua con pueblos, como los Araonas, Pacaguaras o Tacanas, principalmente nómadas, que vivían del medio natural. Sin embargo, sólo algunos años más tarde de la publicación del mapa de Linares, el auge de la goma elástica o caucho, trasforma la región en un enorme emporio de riquezas que atrae nuevos pobladores desde los rincones de Bolivia y del exterior. Todos los ríos de la región se trasforman en las autopistas del comercio del caucho que confluye hacia la pequeña ciudad de Cachuela Esperanza, poco más allá de donde el río Madre de Dios desemboca en el río Beni. En plena selva, Cachuela Esperanza nace y prospera rápidamente alimentada de la fiebre de la explotación de los árboles de siringa, y de los hombres que extraen el precioso látex.

Es así, a raíz del valor de este nuevo recurso natural, que se genera una controversia sobre el control territorial de los bosques con mayor densidad de árboles de siringa. En 1904 estas controversias desatan un rápido pero intenso conflicto armado entre Bolivia y Brasil, la Guerra del Acre, donde Bolivia pierde gran parte del territorio cauchero a favor de Brasil.

Bolivia queda con el territorio que ahora es el departamento de Pando, y es de este departamento, junto con el norte del Beni y lo que hoy es la provincia Iturralde de La Paz, que se siguió explotando, con variables beneficios, los árboles de la preciosa savia blancuzca hasta después de la segunda guerra mundial, cuando el caucho amazónico perdió paulatinamente valor hasta desplomarse por completo.

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