domingo, 19 de enero de 2014

Carache sobrevive en el valle de La Paz



El agua está estancada y en la orilla, encima de las algas, flotan botellas vacías, recipientes para llevar comida y hasta un balde para lavar ropa. De cerca, se ve algo diminuto que se mueve bajo la superficie. Parecen jokollos. Pero, apenas unos centímetros más allá, donde la profundidad es algo mayor, se ven unos peces de varios centímetros de largo moviéndose de un lado a otro. “Son caraches”, dice un hombre. Cuesta creerlo porque el sitio, la laguna de Uni, en el Valle de las Ánimas, no parece muy saludable, y porque la tendencia en estos espacios húmedos del valle de La Paz es que la fauna originaria vaya desapareciendo.

Un cartel en Ch’uxña Quta (Laguna Verde), en el Área Protegida Municipal Siete Lagunas, en la parte norte de la ciudad, avisa de que el lugar es una propiedad privada. En el centro, sobresale del agua un cubo hecho de malla para las crías de pez y, en una orilla, hay un bote amarillo.

Aparece un hombre con cara de pocos amigos. Lleva una gorra roja, camisa a cuadros, chamarra clara, pantalones gris oscuro y botas negras de agua. Dice que la laguna, delimitada por dos lomas, es suya. Es Roberto Quispe, uno de los 20 socios de la Asociación de Piscicultores Siete Lagunas, que poco a poco se anima a hablar del uso que hacen él y los demás de este espacio. Cuenta que en él viven 5.000 truchas que los afiliados comenzarán a extraer desde febrero o marzo hasta mayo, y que venderán en el mercado de los sábados de Ciudadela Ferroviaria y en El Alto, los domingos. Luego, Ch’uxña Quta quedará vacía hasta septiembre, época de siembra.

Recuerda que las primeras truchas que introdujeron en estas aguas —5.000 ejemplares— las habían traído de Tiquina. Todas murieron. “El agua no era buena, estaba estancada y no tenía oxígeno”, explica. Así que los socios consultaron con técnicos que les recomendaron traer agua de una vertiente cercana y crear una salida por el lado opuesto de la laguna para hacer que el líquido fluyera. Luego adquirieron más pescados, pero de Pongo. Eso fue a principios de los noventa y desde entonces funciona aquí el negocio de la pesca estacional aunque, dice Quispe, no es tan rentable como los trabajadores quisieran.

“Antes no había peces aquí”, asegura. No opina lo mismo la investigadora del Museo Nacional de Historia Natural y directora de la Colección Boliviana de Fauna del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés (MNHN-IE), Soraya Barrera, quien afirma que había Orestias gr. agassii, similares al carache del lago Titicaca y pertenecientes a la familia Cyprinodontiformes, tanto en Siete Lagunas como en Uni y también en otras lagunas paceñas. En Siete Lagunas, las probabilidades de que haya son pequeñas; y en Uni, aunque Barrera pensaba que la introducción de carpas habría afectado a los caraches, todavía se ven algunos ejemplares. La inserción de especies foráneas es una de las mayores amenazas para estos peces.

En el laboratorio de peces de la Colección Boliviana de Fauna hay varios ejemplares de O. agassii. La bióloga saca de un pote en formol uno de los más grandes, de unos 4 cm, capturado en la laguna de Uni en 1994. Es amarillento con manchas oscuras en los laterales. Son las características típicas de un ejemplar de pequeño tamaño, mientras que uno más grande puede ser negro con el vientre blanquecino. Las características de esta especie varían según los ejemplares, pues se han desarrollado por separado los de grandes superficies acuáticas y, por otro lado, los de lagunas aisladas del valle de La Paz.

En los lagos (Titicaca, Poopó, Uru Uru) y en el río Desaguadero, los ejemplares pueden llegar hasta los 16 cm, mientras que en las lagunas suelen ser más pequeños (el ejemplar de Uni que muestra la bióloga mide 4 cm). Las hembras son más grandes que los machos.

Estos peces también se encuentran distribuidos en bofedales, ríos y pequeñas lagunas de las subcuencas de Uyuni, Coipasa y Poopó, en la del Pilcomayo, así como en algunas zonas de Potosí y en la cuenca alta del río Beni, en La Paz.

Según el libro Historia Natural de un Valle en Los Andes: La Paz, publicado por el IE en 1991, también se han recolectado muestras en las lagunas Jachcha Khota, Limani y Murmuntani, todas sobre los 3.700 msnm y caracterizadas por ser pequeñas cuencas cerradas. El 70% de los peces amenazados en el país pertenecen al género Orestias (caraches). Junto con los del tipo Trichomycterus (mauris o suches), son muy consumidos en el altiplano, indica el Libro Rojo de la fauna silvestre de vertebrados de Bolivia. El 65,4% de las capturas anuales en el lago (datos del año de publicación del libro, 2009) son de este tipo, especialmente O. ispi. La introducción de trucha del Pacífico (Oncorhynchus sp.) y pejerrey (Odontesthes sp.) ha hecho descender el número de diferentes variedades en el lago Titicaca. El Libro Rojo especifica el estado en el que se encuentran 23 especies de Orestias: 18 están en situación de vulnerabilidad (el O. agassii entre ellas); 2, casi amenazadas (como el O. ispi); la boga u O. pentlandii está en peligro crítico y el humanto u O. cuvieri se extinguió. Las dos últimas especies son endémicas del Titicaca.

Distribución

Estos peces tienen presencia en los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí. Además de en el Titicaca, que no está reconocido como área protegida nacional, sino como Sitio Ramsar núm. 959 (la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional), hay Orestias en el Área Natural de Manejo Integrado Nacional Apolobamba, en la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa y en el Parque Nacional Sajama.

En las lagunas del valle de La Paz, donde la pesca no afecta a los peces como en el lago, es el avance de la urbanización su mayor amenaza por la contaminación, destrucción de hábitat y el drenaje, en algunos casos. Barrera recuerda que dentro del campus de la UMSA en Cota Cota, cerca del laboratorio, había una lagunilla en la que ella misma vio a los caraches. Hoy, tan sólo la forma de la tierra es el vestigio de que ahí hubo agua.

La zona donde los piscicultores crían truchas en la parte norte de la ciudad es un área protegida a nivel municipal (Patrimonio Natural Paisajístico Siete Lagunas) y el Valle de las Ánimas está declarado monumento natural del departamento. Sin embargo, ambas están expuestas a la expansión de la mancha urbana.


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